La velocidad siempre ha tenido algo que engancha al cine, por algo Brad Pitt se ha subido a un monoplaza en la próxima F1: la película. Puede ser por el olor a gasolina, o esa mezcla imposible de glamour y peligro de muerte que rodeaba a los pilotos sobre todo en los años 60 y 70. Lo cierto es que desde hace décadas los directores han encontrado en los circuitos material suficiente para contar historias que van mucho más allá del deporte puro. Esta selección de JustWatch incluye desde las producciones más ambiciosas hasta algunas joyas menos conocidas que merecen ser redescubiertas.
1. Grand Prix (1966)
John Frankenheimer consiguió con Grand Prix la gran película de Fórmula 1, al menos durante 60 años, una lección magistral de cómo filmar velocidad de verdad, sin trucos baratos sino cámaras literalmente montadas en los coches; la fuerza centrípeta se nota en cada curva. Seguimos a James Garner, un americano que intenta hacerse un hueco en el mundo europeo de las carreras, pero también a otros tres pilotos durante una temporada completa, entendiendo su mentalidad y el contexto, ya que en los 60, conducir en F1 era casi un acto suicida, puesto que los accidentes mortales eran habituales y la película no lo endulza en absoluto. Ganó tres Óscars técnicos, incluyendo el sonido y los efectos especiales, que siguen funcionando como un bólido a día de hoy.
2. Rush (2013)
Ron Howard ya tenía experiencia en el cine con coches en el inicio de su carrera, por lo que era el director adecuado para contar la rivalidad entre Niki Lauda y James Hunt, el austríaco meticuloso y calculador frente al inglés salvaje y borracho. Rush funciona porque no intenta romantizar la época—el accidente de Lauda en Nürburgring está filmado con una crudeza que pone los pelos de punta—, pero tampoco cae en el morbo fácil. Daniel Brühl se transformó en Lauda, no solo ya porque físicamente es idéntico, sino que transmite la misma frialdad analítica mientras el magnético Hunt de Hemsworth usa la temeridad como filosofía de vida.
3. Grand Prix en la Montaña de los Inventos (Flåklypa Grand Prix, 1975)
Una pequeña obra maestra artesanal muy desconocida, procedente de Noruega, que pone en ridículo a muchas producciones digitales actuales. Ivo Caprino tardó años en completar la animación en stop-motion—cada fotograma está hecho a mano—y el resultado es único. La historia sigue a un inventor y sus amigos construyendo un coche revolucionario para competir contra los grandes equipos internacionales. La secuencia final de la carrera de Grand Prix en la Montaña de los Inventos es pura adrenalina, pese a estar protagonizada por muñecos de plastilina, con tensión real y momentos de humor aderezados de la banda sonora de Bent Fabricius-Bjerre, que se ha se ha hecho bastante popular en Escandinavia.
4. Senna (2024)
La vida de Senna fue contada en un demoledor documental de 2010, que sirve de base para esta miniserie de Netflix en la que Gabriel Leone tiene la difícil tarea de interpretar a alguien que en Brasil es prácticamente una figura religiosa. Senna expande aspectos como la presión mediática, las relaciones familiares, y la relación casi mística del piloto con las carreras. La reconstrucción de los años 80 y 90 está muy cuidada, con réplicas exactas de los McLaren de la época y la tensión a veces es irrespirable, pese a que el final, claro, sea el que todos conocemos.
5. Un instante, una vida (Bobby Deerfield, 1977)
Al Pacino interpreta a un piloto americano en Europa—un tema recurrente, como estamos viendo—, pero la F1 queda en segundo plano frente a una historia de amor con un final anunciado. En Un instante, una vida, Marthe Keller destacaba como la mujer terminal que enseña a vivir a Deerfield, que vive encerrado en su mundo de hoteles caros y circuitos impersonales. Sydney Pollack usa el trasfondo de las carreras como reflejo del aislamiento emocional del protagonista, con secuencias en Mónaco y otros circuitos europeos llenas de elegancia visual, en equilibrio con un núcleo de gran melodrama americano de los que ya no abundan.
6. Rivales pero amigos (The Young Racers, 1963)
Roger Corman nunca tuvo un duro para hacer películas, pero sabía aprovechar las limitaciones mejor que nadie y su Rivales pero amigos no es una excepción: la rodó prácticamente sin presupuesto en circuitos reales, durante carreras de verdad, y esa autenticidad accidental le da un valor documental que otras superproducciones posteriores no consiguieron. Siguiendo la típica confrontación de piloto veterano contra joven promesa, Mark Damon y William Campbell no piensan nunca que están en una película de serie B y se toman en serio sus interpretaciones, en combinación con algunas imágenes de impacto de la F1 primitiva: coches sin demasiada protección, circuitos peligrosos y la obsesión americana por el espectáculo en vivo.
7. La saga de los Hardeman (The Betsy, 1978)
Otro gran melodrama de los 70 que parece la Dallas de la industria automovilística. Un Laurence Olivier mayor, pero todavía imponente, interpreta al patriarca de una dinastía de fabricantes de coches, mientras Tommy Lee Jones hace de piloto que se ve atrapado en las luchas de poder corporativas. La saga de los Hardeman adapta una novela de Harold Robbins y funciona mejor como retrato generacional (suben muy fuerte los humos de El Padrino) que como thriller de deportes, también con Robert Duvall y Katharine Ross completando un reparto de lujo, para lograr sortear lo que podría haber sido un culebrón donde las carreras tienen su punto, pese a estar relegadas a la situación general.
8. Ferrari (2023)
Ferrari quizá no es la mejor película de Michael Mann, ni siquiera es una típica peli de F1 al uso, sino que se centra más en el hombre detrás de una de las marcas claves para entender las carreras y el mundo del motor. Nos situamos en 1957, posiblemente el año más duro en la vida de Enzo Ferrari: crisis económica, la muerte de su hijo, tragedias asociadas a sus coches... Mann utiliza la Mille Miglia, una carrera casi suicida que cruzaba Italia, como metáfora de la obsesión de Ferrari por la velocidad. Aunque los modelos que aparecen mayormente son deportivos, no monoplaza, Enzo es una figura adyacente suficientemente importante como para estar aquí.
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