La sustancia (2024)

Todo es bello es La sustancia, hasta que empieza a ser grotesco. De ahí pasa al body horror extremo, casi al gore. Con claras referencias cinematográficas que beben de clásicos del terror como Psicosis, El Resplandor y Videodrome, el relato de Coralie Fargeat es pura comedia; comedia negra, comedia absurda. Para amantes de la serie Z al que, como a la protagonista de la historia, le han dado una buena capa de chapa y pintura para resultar irresistiblemente estética hasta convertirse en paradójica.

Escribamos la exploitation en pancartas alegres y molestonas, y continuemos la línea de puntos con la que Julia Ducournau desgajaba la carne mientras se reía de nosotres... Siempre con ánimo festivo y explicativamente feminista, claro. Entendamos ya de que el violador es sistémico, que el monstruo no habita dentro de nuestras cabezas; hagámoslo con rabia. Si os gustó la salpicadurería de ‘Revenge’, de la misma Coralie Fargeat, y si pensáis que el bicho tentaculoso de ‘La posesión’, de Andrzej Zulawski, es mejor novio que Sam Neill, bueno, pues ved ‘La sustancia’ en salas.

Ser la última persona que no ha visto la película de moda, y no querer dejarse arrastrar es algo del todo lícito. Pero esta especie de ópera-tecno en tres actos no da tregua: es como si Coralie Fargeat, después de la notable ‘Revenge’, no parara de subir el ritmo y el volumen hasta el subidón final. Una de las fiestas más locas que se han visto en Hollywood, con recital de sus actrices –Demi Moore y Margaret Qualley, que son la misma persona escindida en dos–; infinidad de guiños cinéfilos, y un mensaje sobre la cosificación del cuerpo femenino, tan sangriento como sardónico y divertido.