Si será verdad lo que Lex Luthor explicaba a su archinémesis en la Superman de James Gunn: que el cerebro supera siempre al músculo. Quizás por esta sencilla razón, porque somos demasiado listos, nunca hemos visto la versión más poderosa del Hombre de Acero en la gran pantalla. En este artículo trataremos de desentrañar por qué, un poco más allá de la lógica fan inocua del vídeo de YouTube.
De entrada: Superman es el ser más capaz del mundo. Más que Goku, o que Batman. Hombre de acero y de hazañas, en Superman (1978), voló alrededor del planeta tan rápido que viajó en el tiempo. En Superman vs. La Élite (2012), hizo suplicar por sus vidas a la mismísima Élite y en Liga de la Justicia (2017) acabó sin problemas ni ayuda externa con la formación “invencible” de Flash, Wonder Woman, Cyborg y Aquaman. Eso, si miramos las versiones cinematográficas del entrañable Clark Kent.
Pero hay una habilidad que Superman tiene en los cómics que nunca será adaptada más allá de la página. No creo, a menos que Warner-DC se vuelvan locos en un intento por rebentar la taquilla antes de perder los derechos del héroe, que caducan dentro de diez años. Nunca nadie verá en el cine a Superman Cósmico.
Un pájaro, un avión, o un impenetrable escudo mental humanoide
Superman Cósmico, o Superman con la Armadura Cósmica, aparece por primera vez en Crisis final, un cómic-evento escrito por el genial Grant Morrison (All-Star Superman) entre 2008 y 2009. Dentro de este arco argumental, más específicamente en el número especial Superman Beyond #2, con tal de encontrar una cura a una enfermedad que infectó a Lois Lane y amenaza con matarla, Superman adopta la forma de un robot gigantesco que funciona con el poder de sus propios pensamientos. ¿Por qué? Pues para viajar más allá del multiverso conocido y enfrentarse a Mandrakk, un ser casi omnipotente que básicamente representa “lo opuesto a la vida”. Porque decir muerte sería quedarse cortos.
Y sí. Resulta que Crisis final es complicada, por decirlo de alguna forma. Por ejemplo, plantea que el Limbo es un lugar real al que van los personajes cuando ya nadie los recuerda, y en uno de sus característicos giros meta, acaba reflexionando sobre la naturaleza misma de las historias. Incluso ha llegado a interpretarse como una crítica directa al tono oscuro que había empezado a dominar los cómics tras el éxito de obras como Watchmen o The Dark Knight Returns de Alan Moore.
De genialidad borgesiana a caos hay un paso, el paso de Superman Cósmico. Nunca se explica con claridad cuáles son los poderes de este perro verde, pero se da a entender que son una versión ultra-evolucionada de los de Superman. Tan evolucionada, que el propio personaje es consciente de que está dentro de una historia, y actúa como una especie de “recurso narrativo viviente”. Tiene la capacidad de adaptarse a cualquier amenaza y de percibir el espacio y el tiempo de forma completamente distinta. Sabe que está en un relato, y que ese relato se moldea alrededor de él, lo que lo convierte en una especie de “armadura de guion viviente” con una sola misión: derrotar a Mandrakk. Incluso Lois Lane podría interpretarse como McGuffin, si no fuera porque, madre, es Superman y sería incapaz de no actuar de forma genuina.
Pero volvamos al cerebro galaxia: Superman Cósmico va volviéndose más fuerte a cada pelea ganada. Y aunque en Crisis final no desarrolla ningún poder nuevo, aparte de los habituales volar, lanzar puñetazos y emplear la visión calorífica, el ser consciente de todas las realidades lo convierte en omnipotente, es decir, en literalmente imposible de derrotar. La historia de Superman Beyond #2 necesita que sea así. No puede perder, porque si pierde, la narración no podría continuar.
Superman Cósmico es una matrioska narrativa demasiado enrevesada
Pero –sólo por jugar– pongamos que alguien es lo bastante audaz (¿o tonto?) para tratar de llevar el Superman Cósmico a una película de dos horas. Se encontraría con varios problemas de tamaño proporcionalmente cósmicos. Primero, tendría que desbrozar el caos de condicionantes de Crisis final. Nada de confusiones metatextuales, nada de explorar la naturaleza del relato, ni robots gigantes controlados por el pensamiento. Solo Superman, en modo ultra poderoso.
Antes que lo diga yo, ¿os dais cuenta de la absurdidad que es eso? Superman más fuerte es Superman. Ved Ultraman (no hago spoilers, tranquilidad) en Superman (2025). Y no existe Superman Cósmico si lo despojas de todos los elementos que lo hacen meta, moderno y raro. Crisis final y el mini spin-off Superman Beyond están construidos enteramente sobre la idea de que Superman representa algo más que un superhéroe: es el símbolo de la esperanza eterna, de que las buenas historias nunca terminan. Cuando Superman derrota a Mandrakk, no cierra su historia con un “Fin”, sino con un “Continuará…”, dejando en claro que Superman, y especialmente esta versión cósmica, no puede terminar jamás. Ese es su sentido narrativo, e ideológico.
Ahora mete la naturaleza inconmensurable, líquida y legendaria de una historia que nunca puede acabar, esta serpiente oróboro con capa, en un dispositivo de dos horas. Y de paso, salpimenta las palomitas del público no iniciado con algo de kriptonita, ¿no? Incluso James Gunn dejó de lado el espíritu profundamente filosófico de las viñetas de Grant Morrison en All-Star Superman para su adaptación del Hombre del Mañana. ¿Qué queda, y qué está trayendo al público otra vez al cine tras el declive del primer estandarte del DCU, El hombre de acero (2013)? Superman lucha contra un kaiju. Superman tiene un Superperro. Superman se agarra a una cornisa para no caer en un agujero negro.
El Superman de Grant Morrison es tan denso que simplificarlo para meterlo en un relato de acción “comestible para todos” los públicos arruina al personaje y trata de idiota a la platea. Porque oye, ejecutivos de Warner, bien que nos tragamos dispositivos narrativos desordenados, sobrecomplicados y repelentes en las híper-taquilleras Origen (2010) o Tenet (2020). Pero parece que Christopher Nolan es cinefilia de la buena, y Superman sólo un muñeco recaudafondos con un flequillo inmejorable.
Volvamos al concepto: Super-Man o Super-Robot
Ahora pongámonos en la piel de Warner un minuto. Quitémosle el reverso metaficcional y ensayístico al personaje. Superman Cósmico, ¿qué es? Es Superman dentro de un robot gigante. Vale. ¿Y por qué? Superman es un dios, capaz de pelear contra toda criatura viviente con sus calzones rojos sin armaduras añadidas. ¿Por qué necesitaría un robot gigante? ¿Qué puede hacer un robot que él no? Vale, quizás podría ser un escudo contra la kriptonita. Pero recordemos a los aparatosos caballeros de torneo medieval.
Además: con solo el personaje, sin el aparataje narrativo de Crisis final, el sentido de la lucha se pierde. Justificar y sostener a Superman Cósmico implica por necesidad sostener todo el Limbo, este mundo infinito de ideas olvidadas, es provocar un cortocircuíto increíble con la idea de “lo opuesto a la vida”; que no es la muerte. Es un chiste de dimensiones épicas. En fin, Superman Cósmico no resulta una idea adaptable al cine, no en el sistema que está pagando las películas del Hombre de Acero. Por súper que parezca, plátano es.
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